1 Corintios 1,10

"Os conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengáis todos un mismo hablar, y no haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio."
1 Corintios 1,10

El fin del mundo

Queridos hermanos:
Hay algunas personas a las que les gusta mucho meter miedo en los corazones de ustedes. Por ejemplo les hablan del fin del mundo como si pronto los cielos y la tierra nos fueran a destruir. Escuchan de guerras, accidentes, catástrofes de la naturaleza, plagas o ven algunos signos raros en el cielo y dicen simplemente que es el fin del mundo. En vez de dar un mensaje de esperanza, de amor, de solidaridad; en vez de animar, quieren verlos atrapados en el terror y el susto. Y lo peor de todo, es que estas personas dicen fundar sus teorías en la Biblia. El mensaje de Jesucristo no es un mensaje de miedo, sino que es una «buena noticia» del Reino de Dios que se acerca a nosotros con amabilidad, paz, justicia y alegría de corazón.

En esta carta les voy a hablar del fin del mundo, no con cuentos y fábulas de ciencia ficción, sino leyendo simplemente las Sagradas Escrituras.

Antes que nada el «fin de los tiempos» del cual nos habla la Biblia es el gran misterio de esperanza que aparece en todo el libro sagrado. Es el misterio de la historia humana que está en el corazón de Dios, guiada hacia «un nuevo cielo y una nueva tierra».


1. ¿Qué dice la Biblia acerca del fin del mundo?

Para comenzar, las Escrituras nunca hablan del «fin del mundo», sino del «fin de los tiempos», como diciendo que este mundo no acabará del todo, sino que sería transformado en un «cielo nuevo y una tierra nueva» gracias a la Resurrección de Jesucristo.
En la Biblia también encontramos muchas expresiones que se refieren al «fin del tiempo», «día de Yavé», «día del Juicio», «el día», «la Venida de Cristo», «la resurrección final», «la Parusía», «la llegada del Reino de Dios». Son todas expresiones que indican este «fin del tiempo».


2. ¿Cuándo pasará esto?

«En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe ni los mismos ángeles del cielo, ni siquiera el Hijo de Dios. Solamente el Padre lo sabe» (Mt. 24, 36 y Mc. 13, 32). Jesús no quiso dar la fecha, ni el día ni la hora. «A ustedes no les toca saber cuándo o en qué fecha el Padre va a hacer las cosas que solamente El tiene autoridad para hacer» (Hch. 1, 1-7).
Con esto, Jesús condena enérgicamente la tendencia humana que todavía existe entre nosotros de fijar el día y el año del fin del mundo. Por supuesto que la fecha exacta tiene algo de excitante y llama siempre la atención; hasta es noticia en los diarios. Pero el fijarla es simplemente una mentira y un engaño, porque nadie la sabe. Jesús no quiso satisfacer nuestra curiosidad, sino que quiso comunicarnos algo mucho más profundo.

La Biblia, hablando del fin del mundo, siempre dice que debemos estar preparados. Aunque no sabemos la fecha, este día vendrá como un ladrón en la noche: «Ustedes, estén preparados, porque cuando menos lo piensen vendrá el Hijo del Hombre», dice Jesús (Mt. 24, 44). «El día del Señor vendrá cuando menos se espera, como viene un ladrón de noche» (2 Pedr. 3, 10; 1 Tes. 5, 2 y Apoc. 16, 15).

Ahora bien, leyendo la historia vemos que siempre hubo grupos religiosos que en todos los tiempos fijaron la fecha, el día y la hora, del fin de mundo, pero se equivocaron. Así que, hermanos, no se dejen engañar.
Así pasó ya en el año 1.000 y pasará también en el 2.000. Algunos fanáticos predican que el fin del mundo está cerca. Pero esto no es así.
El fundador de los adventistas, William Miller, con el texto de Dan. 8, 14 y calculando los días de este texto como años, fijó la venida de Cristo a la tierra para el 21 de marzo de 1843 el día final. Llegó esta fecha y no pasó nada especial y luego dijo que se equivocó en sus cálculos en un año y proclamó otra vez la venida de Cristo para el 21 de octubre de 1844. Y viendo que Cristo no volvía a la tierra dijo simplemente que el juicio de los hombres comenzó en el cielo y pronto Cristo se manifestaría en la tierra. Los Testigos de Jehová anunciaron la venida de Cristo y su Reino de mil años en la tierra para el año 1914, luego para 1925. Ahora no dan fecha y dicen simplemente que «pronto Cristo vendrá», y se limitan a escribir en todas partes «Cristo viene».


3. ¿Cuándo será la venida de Cristo?

En algunas partes de la Biblia se habla de la pronta venida de Cristo. En otras partes se anuncia todavía un tiempo de espera.
Da la impresión de que los cristianos de la primera generación esperaban con ansias la venida de Cristo. «Pronto, muy pronto vendrá el que tiene que venir y no tardará» (Hebr. 10, 37).
«Dios que es el juez, está ya a la puerta». «Se acerca el fin de todas las cosas» (1 Ped. 4, 7). «Sí, ven pronto, amén. Ven, Señor Jesús» (Apoc. 22, 20).
Hasta Jesús mismo anuncia su pronta venida: «En verdad les digo que hay algunos de los que están aquí presentes, que no morirán hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su Reino» (Mt. 16, 28).

Los cristianos de la Iglesia primitiva pronto se dieron cuenta de que la historia podía durar mucho más. Y hasta algunos se burlaron de la propia venida de Cristo diciendo: «¿Qué pasó con la promesa de que Cristo iba a venir, pues desde que murieron nuestros antepasados todo sigue igual que desde que el mundo fue hecho?» (2 Ped. 3, 4). Y el apóstol Pedro les contestó: « Hermanos, no olviden que para el Señor un solo día es como mil años y mil años son como un solo día» (2 Ped. 3, 8).


4. Señales que precederán al fin del mundo

El apóstol Pablo, después de haber reflexionado mucho, anuncia también un tiempo de espera. Antes de la venida de Cristo deben pasar tres cosas:
  1. El anuncio del Evangelio ha de llegar a todas las naciones.«Y este mensaje del Reino será predicado en todo el mundo para que todas las naciones lo conozcan; es entonces cuando vendrá el fin» (Mt. 24, 14).
  2. Al final de la historia, Israel se reconciliará con Cristo y se salvará. «Una parte de Israel se va a endurecer hasta que la totalidad de los paganos hayan entrado, entonces todo Israel se salvará» (Rom. 11, 25).
  3. Finalmente, antes de la venida de Cristo ha de producirse «la apostasía general», o sea, habrá una crisis religiosa a escala mundial, ha de venir el Anticristo. «No se dejen asustar por ningún mensaje espiritual como si fuera el día del Señor que ya llegó. Antes de este día tiene que venir primero la rebelión contra Dios, cuando aparezca el hombre del pecado que se sentará en el templo de Dios y será adorado, llegará con mucho poder y con señales y milagros mentirosos. Usará toda clase de maldad para engañar» (2 Tes. 2, 1 -12).
Nos damos cuenta de que la venida de Cristo no se realizará tan pronto como algunos esperaban; o mejor dicho, Dios no mide el tiempo como nosotros. El puede presentar algo como cercano y no realizarlo hasta cuando a El le plazca. Por otra parte, si el tiempo de espera se nos hace largo, no por eso podemos volver a una vida cómoda, ya sin esperar. El Señor vendrá para cada uno de nosotros como ladrón en la noche.
No olvidemos que el día de la muerte de cada uno de nosotros, el día del juicio particular, es el día del encuentro personal con Cristo. Ojalá que nos encuentre en actitud de espera.


5. ¿Cómo vendrá Cristo al fin del tiempo?

La Biblia habla en forma bastante confusa de cómo se terminará la historia. En el A.T., por ejemplo, los profetas veían a todas las naciones de la tierra unidas en un complot para destruir la ciudad santa de Jerusalén. Pero en el momento más desesperado Dios intervendrá en forma triunfal para instaurar el Reino (Joel 3, 14).
En el discurso de Jesús acerca del fin de los tiempos, habla «de guerras y grandes angustias en todo el mundo, el sol no alumbrará, la luna perderá su brillo y las estrellas caerán del cielo y los ángeles tocarán las trompetas» (Mt. 24, 29-31).
El libro del Apocalipsis (Caps. 13 y 17) habla del dragón y de los monstruos, de la gran batalla en el cielo, de Babilonia la grande, de la madre de las prostitutas y de los abominables ídolos de todo el mundo...

Todos estos textos acerca del fin del mundo fueron escritos en un estilo apocalíptico (revelaciones misteriosas). Era una forma de escribir muy común en aquel tiempo. Estos escritos misteriosos pretendían aclarar los acontecimientos últimos de la historia con visiones ficticias e imágenes fantásticas. No debemos tomar al pie de la letra estas imágenes, sino que debemos tratar de descubrir el mensaje profundo que está detrás de estas visiones. El gran mensaje de estos escritos es: «Cristo Resucitado es el centro de toda la historia y este mundo es el escenario de la lucha entre los elegidos de Cristo (su Iglesia) y las fuerzas del demonio. Estos escritos no son para amenazar ni dar miedo, como creen algunos, todo lo contrario: son escritos que quieren animarnos y exhortarnos a la fidelidad y a la confianza en Dios en momentos difíciles.


6. ¿Cómo debemos prepararnos para el final de los tiempos?

Nuestro destino último y definitivo no está lejos, no es un futuro imposible de imaginar. Ya comenzó. Jesucristo con su persona, su Palabra y su actuación ya inauguró el Reino de Dios (Lc. 11, 20); ya comenzó a juzgar a los hombres (Juan 12, 31). Su Palabra, su amor y su muerte nos juzgan y a veces nos condenan. Ya nos traspasó algo de su Resurrección (Col. 3, 1-4). Por eso el N. T. nos habla del «tiempo» a partir de Jesús como «los últimos tiempos» (Hebr. 1- 2 y 1 Ped. 1-20). Desde entonces urge vivir conforme al Evangelio, urge para todos y cada uno, porque no sabemos cuánto falta para el fin (Mc. 13, 33-37 y Mt. 24, 42).

No podemos esperar pasivamente el retorno de Cristo, el juicio final, la Resurrección general, la instauración total del Reino de Dios. Esta esperanza es el motor de la historia. Lo que Dios comenzó en Jesucristo urge que lo pueda cumplir y nosotros debemos ahora remover los obstáculos. La segunda Venida de Cristo al final de los tiempos (Mt. 24, 3) es el momento del juicio final, de la resurrección general y de la instauración definitiva del Reino de Dios. Nuestra esperanza tiende hacia ese cielo nuevo y esa tierra nueva. Por eso la Biblia termina con estas palabras de espera: «¡Ven, Señor Jesús!» (Apoc. 22, 20), que repetimos en cada celebración de la Eucaristía después de la consagración y en la que todo el pueblo contesta: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección, ven, Señor Jesús».


7. Dice EL CONCILIO VATICANO:

  • ¿Sabemos cuándo y cómo llegará el fin del mundo?
    No, no sabemos cuando será la consumación de la tierra y de la humanidad y la manera cómo se transformará el universo.
  • ¿Qué prepara Dios para sus hijos?
    La figura de este mundo está afeada por el pecado pero Dios nos prepara una nueva tierra donde habita la justicia y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebosar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano.
  • El progreso material ¿interesa a Dios?
    El progreso material en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana interesa en gran medida al Reino de Dios.
  • ¿Hacia dónde caminamos los cristianos?
    «Vivificados por el Espíritu, los cristianos caminamos como peregrinos hacia la consumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio divino de restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra».
  • ¿Cuándo será llevada la Iglesia a su total perfección?
    La Iglesia será llevada a su total perfección cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas (Hch. 3, 21) y cuando, el género humano, con el universo entero, será plenamente renovado (Ef. 1, 10).


Autor: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá

Razones para creer en la existencia de Dios

Responde el P. Miguel Ángel Fuentes

¿Por qué creer? ¿Qué razones me podría dar usted para creer en la existencia de Dios? Al experimentar un vacío 'espiritual'. ¿No será fantasía inventarme a Dios para explicar satisfactoriamente mi imposibilidad de realizarme como realmente quiero yo? ¿Qué es la felicidad? ¿Es posible ser feliz al margen de la idea o de la realidad de Dios? ¿Estudiar, investigar, documentarse acerca de las religiones, conocer las diferentes filosofías acerca de Dios me llevarían a conocerlo y creer en Él?


Respuesta:

Su consulta contiene preguntas relacionadas entre sí pero muy variadas. Y cada una de ellas exige una respuesta muy precisa.

Ante todo despejemos un equívoco: la 'existencia' de Dios no pertenece 'necesariamente' a la fe. A esta verdad puede acceder el hombre mediante su razón. Esto no quita que también esta verdad esté revelada (la encontramos en la Sagrada Escritura). Por este motivo, el Concilio Vaticano I (1869-1870), definió contra el fideísmo y el agnosticismo la posibilidad universal de conocer a Dios, por medio de la sola razón natural (de aquí que esta verdad sea enumerada entre los 'preámbulos de la fe'). De todos modos, como no todos los hombres llegan a este conocimiento por su razón (a causa de la debilidad que ha dejado en nuestra inteligencia el pecado original) hay una 'necesidad moral' de que esta verdad sea revelada por Dios, para que lleguen a la misma todos los hombres, prontamente y sin mezcla de error.

Las pruebas más tradicionales para demostrar la existencia de Dios son 'las cinco vías' expuestas de modo magistral por Santo Tomás de Aquino ('Suma Teológica', Prima pars, cuestión 2, artículo 3). Son éstas pruebas propiamente metafísicas. Estas vías son cinco argumentos a posteriori (a partir de las cosas más conocidas por el hombre) que demuestran la existencia de Dios; así, por ejemplo:

1) La primera es la vía del movimiento: la realidad del cambio o del movimiento (en sentido aristotélico) exige necesariamente la existencia de un primer motor inmóvil, porque no es posible fundarse en una serie infinita de iniciadores del movimiento.

2) La segunda es la vía de las causas eficientes: puesto que las causas eficientes forman una sucesión y nada es causa eficiente de sí mismo, hay que afirmar la existencia de una primera causa.

3) La tercera es la vía de la contingencia y del ser necesario: como es un hecho que hay seres que existen y que podrían no existir, esto es, que son contingentes, es forzoso que exista un ser necesario, ya que, de otra forma, lo posible no sería más que posible.

4) La cuarta es la vía de los grados de perfección: puesto que todas las cosas existen según grados (de bondad, verdad, etc.), debe también existir el ser que posee toda perfección en grado sumo, respecto del cual las demás se comparan y del cual participan.

5) La quinta es la vía teleológica o del orden y la finalidad: existe un diseño o un fin en el mundo, por lo que ha de existir un ser inteligente que haya pretendido la finalidad que se observa en todo el universo.

Existen otras vías a las que mejor corresponde llamar 'argumentos complementarios'. Estas son:

1) La demostración por el consentimiento universal del género humano: todos los pueblos, cultos o bárbaros, en todas las zonas y en todos los tiempos, han admitido la existencia de un Ser supremo. Ahora bien, como es imposible que todos se hayan equivocado acerca de una verdad tan importante y tan contraria a las pasiones, debemos exclamar con la humanidad entera: ¡Creo en Dios!

2) Por el deseo natural de la perfecta felicidad: consta con toda certeza que el corazón humano apetece la plena y perfecta felicidad con un deseo natural e innato; consta también con certeza que un deseo propiamente natural e innato no puede ser vano, o sea, no puede recaer sobre un objetivo o finalidad inexistente o de imposible adquisición; y consta, finalmente, que el corazón humano no puede encontrar su perfecta felicidad más que en la posesión de un Bien Infinito. Por tanto, existe el Bien Infinito al que llamamos Dios.

3) Por la existencia de la ley moral: existe una ley moral, absoluta, universal, inmutable, que prescribe el bien, prohíbe el mal y domina en la conciencia de todos los hombres. Ahora bien, no puede haber ley sin legislador, como no puede haber efecto sin causa. Este legislador ha de ser, al igual que esa ley, absoluto, universal, inmutable, bueno y enemigo del mal. Esto es lo que denominamos Dios.

4) Por la existencia de los milagros: el milagro es, por definición, un hecho sorprendente que es realizado a pesar de las leyes de la naturaleza, ya sea suspendiéndolas o anulándolas en un momento dado. Ahora bien, es evidente que sólo aquel que domine y tenga poder absoluto sobre estas leyes puede suspenderlas o anularlas a su arbitrio. Por tanto, existe un Ser supremo que tiene ese poder soberano.

Es evidente que no he hecho más que exponer el núcleo central de todos estos argumentos. Para entenderlos bien y ver su fuerza probativa, es necesario estudiarlos en profundidad y con los textos completos. Estos textos puede Usted encontrarlos en:

-Santo Tomás, Suma Teológica, Primera parte, cuestión 2, artículo 3 (conviene leer también algún comentario; por ejemplo, R. Garrigou-Lagrange, 'Dios, su existencia y su naturaleza', Ed. Palabra, Madrid).

-Santo Tomás, Suma Contra Gentiles, libro I, capítulo 13.

-De modo resumido y muy claro para quien no tiene mucha formación filosófica puede encontrarlo en el libro clásico de Hillaire, 'La religión demostrada' (Barcelona 1955; hay numerosas ediciones); o:Antonio Royo Marín, 'Dios y su obra' (Ed. BAC, Madrid 1963).

Estos argumentos, sin embargo, sólo nos llevan a conocer la existencia de Dios. Pero la naturaleza misma de Dios, su misterio íntimo, sólo es alcanzado por revelación del mismo Dios. Jesucristo es el revelador del Padre, es decir, del misterio íntimo de la Santísima Trinidad. Y esto sólo se alcanza recibiendo la fe, la cual nos viene por medio de la Iglesia fundada por Cristo.

En cuanto a las últimas preguntas que me hace, le respondo que no es posible ser feliz al margen de Dios o al margen de la noción de Dios, porque nuestro apetito de felicidad es apetito o deseo de una felicidad infinita, que sólo Dios-infinito puede colmar.

En cuanto al estudio de las otras religiones y filosofías, si se hace por aumentar la cultura general, es muy útil. Si se hace dudando de la propia fe y 'buscando' en las distintas religiones una respuesta a las dudas sobre la fe, sólo puede aumentar la confusión de la que se parte. De todos modos, es evidente que es diverso el caso del católico que busca en otras religiones un conocimiento más profundo de Dios (lo que puede llevarlo a pecar contra la fe) y del no católico que no tiene, de suyo, el don de la fe.

Unión hipostática

Generalmente no solemos escucharlo con este nombre, pero alguna noción tenemos. Por eso trataremos de explicarlo lo mas claro y breve posible.


Unión Hipostática es el término teológico usado en referencia a la Encarnación para expresar la verdad revelada de que en Jesucristo subsiste una persona en dos naturalezas, la Divina y la humana.

Humanidad de Cristo

Desde los primeros tiempos de la Iglesia fue negada la verdadera humanidad de Jesucristo. El docetista Marción y los priscilianistas solamente admiten que Jesús tenía un cuerpo aparente. Los valentinianos, un cuerpo traído del cielo. Los seguidores de Apolinar o niegan que Jesús tuviera un alma humana, o que poseyera la parte superior del alma humana y por ello sostienen que el Verbo provee la totalidad del alma de Cristo o por lo menos sus facultades superiores. Más recientemente, no ha sido la verdadera humanidad de Cristo lo que ha sido negado, sino la realidad histórica de la misma. Según Kant el credo cristiano trata del Cristo ideal, no del histórico. Para Jacobi, los cristianos adoran a un Jesús que constituye un ideal religioso, no un personaje histórico. Fichte afirma que entre Dios y el hombre existe una unidad absoluta, la cual fue detectada y enseñada primeramente por Jesús. Schelling sostiene que la encarnación es un hecho eterno, que alcanzó su momento culminante en Jesucristo. Para Hegel, Cristo no es la encarnación genuina de Dios en Jesús de Nazaret, sino el símbolo de la encarnación de Dios en la humanidad en general. Por último, algunos autores católicos distinguen entre el Cristo de la historia y el de la fe, destruyendo con ello la realidad histórica del Cristo de la fe. El nuevo Syllabus (Nombre dado a dos series de proposiciones que contienen errores religiosos condenados, respectivamente, por Pio IX, 1864, y Pio X, 1907. N.T.), en sus proposiciones 29 y siguientes, y la encíclica “Pascendi dominici gregis” (de Pio X, acerca de las teorías modernistas, promulgada el 8 de septiembre de 1907) pueden ser consultados al respecto.

Divinidad de Cristo

Ya desde los tiempos apostólicos la Iglesia veía la negación de la divinidad de Cristo como algo eminentemente anticristiano (I Jn 2, 22-23; 4, 3; II Jn 7). Los primeros mártires, los Padres más antiguos y las primeras liturgias eclesiásticas concuerdan en su profesión de la divinidad de Cristo. Aún así, los ebionitas, teodocianos, artemonitas y fotinianos veían a Cristo como un simple hombre, si bien dotado de una sabiduría divina, o como una apariencia de un eon emanado del Ser divino según la teoría gnóstica, o también como una manifestación de ese mismo ser, pero siguiendo las aseveraciones de los sabelianos y patripasionistas teístas y panteístas. Finalmente, otros lo reconocían como el Verbo encarnado, pero concebido de acuerdo a la opinión arriana, una creatura intermedia entre Dios y el mundo, distinta esencialmente del Padre y del Espíritu Santo. Si bien las definiciones de Nicea y de los concilios subsecuentes, especialmente el IV de Letrán, tratan directamente de la doctrina de la santísima Trinidad, también enseñan que el Verbo es consubstancial con el Padre y el Espíritu Santo, estableciendo así la divinidad de Jesucristo, el Verbo Encarnado. En tiempos más recientes, nuestros primeros racionalistas intentaron evitar el problema de Jesucristo y tenían poco que decir al respecto, haciendo a San Pablo el fundador de la Iglesia. Pero el Cristo histórico era una figura demasiado atractiva para seguir siendo ignorada. Y es más lamentable aún que la negación de la divinidad de Cristo no se circunscribe a los socinianos y a tales autores como Ewald y Schleiermacher. Incluso quienes profesan ser cristianos ven en Cristo la perfecta revelación de Dios, la verdadera Cabeza y Señor de la raza humana, pero, al fin y al cabo, terminan con las palabras de Pilato, “He ahí al Hombre”.

Unión hipostática

En Jesucristo se reúnen hipostáticamente su naturaleza humana y su naturaleza divina. O sea, están unidas en la hipóstasis o persona del Verbo.
Hipóstasis significa, literalmente, lo que yace debajo, la base o fundamento. De ahí vino a ser usado por los filósofos griegos para denotar la realidad en oposición a las apariencias (Aristóteles, "Mund.", IV, 21).
En teología cristiana se emplea la palabra persona para referirse a la hipóstasis de la Santísima Trinidad, queriendo significar ‘sustancia individual o singular’, algo distinto de la naturaleza (physis) y la esencia (ousía). En particular, en el cristianismo ortodoxo, se proclama que la Santísima Trinidad son tres personas distintas e inconfundibles, pero, cada una de ellas, hipóstasis de una misma esencia inmaterial (cfr. credo niceno sin cláusula filioque).
Antes del Primer Concilio de Nicea (325) hipóstasis era sinónimo de ousia, y aun San Agustín (Sobre la Santísima Trinidad, v.8) afirma que él no ve diferencia entre ellas. La diferencia de hecho fue apareciendo gradualmente en el curso de las controversias que surgieron de las herejías cristológicas, y fue definitivamente establecida en el Concilio de Calcedonia (451), que declaró que en Cristo las dos naturalezas, reteniendo cada una sus propiedades, están unidas en una existencia y en una persona (eis en prosopon kai mian hpostasin) (Denzinger, ed. Bannwart, 148). Ellas no están ligadas en una unión moral o accidental (Nestorio), ni mezcladas (Eutiques), y sin embargo, ellas están substancialmente unidas.

El Testimonio de la Sagrada Escritura

San Juan dice: “La Palabra se hizo carne” (1, 14), esto es, el que era Dios en el Principio (1, 2) y por quien todo fue hecho (1, 3), se hizo hombre. Según el testimonio de San Pablo, la misma persona, Jesucristo, “siendo de condición divina [en morphe Theon hyparxon] ... se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo [morphe doulou labon]” (Filip. 2, 6,7)Es siempre una y la misma persona, Jesucristo, de quien se dice es Dios y Hombre, o se le atribuyen predicados que denotan su naturaleza humana y divina. Del autor de la vida (Dios) se dice que ha sido muerto por los judíos (Hech. 3, 15); pero no podía ser muerto si no fuera hombre.

 

Testimonio de la Tradición

Las primeras formulaciones del credo hacen todas profesión de fe, no en un Jesús que es Hijo de Dios y en otro Jesús que es hombre y fue crucificado, sino “en un solo Señor Jesucristo, el Unigénito del Padre, que se hizo hombre por nosotros y fue crucificado”. Las fórmulas varían, pero la sustancia de cada credo invariablemente atribuye a uno y el mismo Jesucristo los predicados de la esencia divina y de hombre (ver Denzinger, “Enchiridion”). Franzelin (tesis xvii)llama especialmente la atención al hecho de que, mucho antes de la herejía de Nestorio, según Epifanio (Ancorat., II, 123, en P.G., XLII, 234), fuera costumbre en la Iglesia Oriental proponer a los catecúmenos un credo que era mucho más detallado que el propuesto a los fieles; y este credo decía: “Creemos... en un Señor Jesucristo, Hijo de Dios, engendrado por Dios Padre...que es de la sustancia del Padre...que por nosotros los hombres descendió y se hizo carne, esto es, fue perfectamente engendrado de María siempre Virgen por el Espíritu Santo; que se hizo hombre, esto es, tomó perfecta naturaleza humana, alma y cuerpo y mente y todo lo que es humano salvo el pecado, sin la semilla del hombre; no en otro hombre, sino en sí mismo Él se hizo carne en una santa unidad [eis mian hagian henoteta]; no como inspiró, habló y obró en los profetas, sino que se hizo perfectamente hombre; pues la Palabra se hizo carne, no porque experimentara un cambio ni intercambiara su divinidad por la humanidad, sino porque unió a su carne en una única santa totalidad y divinidad [eis mian ...heautou hagian teleioteta te kai theoteta]” “La única santa totalidad”, considera Franzelin, significa personalidad, una persona que es un sujeto individual y completo de actos racionales. Este credo de los catecúmenos atribuye incluso la divinidad a la totalidad, esto es, el hecho de que la persona individual de Jesús es una persona divina y no humana.
El testimonio de la tradición respecto al hecho de la unión de las dos naturalezas en la única persona de Jesús está clara no sólo por los símbolos o credos en uso antes de la condena de Nestorio, sino también por las palabras de los Padres anteriores a Nicea. Ya hemos dado las citas clásicas de San Ignacio Mártir, San Clemente de Roma, San Justino Mártir, en todas las cuales se atribuyen a una persona, Jesucristo, las acciones o atributos de Dios y del hombre. Melitón, obispo de Sardes (hacia 176), dice: “Puesto que el mismo (Cristo) era al mismo tiempo Dios y hombre perfecto, hizo evidentes para nosotros sus dos naturalezas; su naturaleza divina por los milagros que obró durante los tres años después de su bautismo; su naturaleza humana por los treinta años que vivió antes, durante los cuales la modestia de la carne cubría y escondía todos los signos de la divinidad, aunque era al mismo tiempo verdadero y eterno Dios” (Frag. vii en P.G., V, 1221). San Ireneo, hacia el final del Siglo II, alega: “Si una persona sufría y otra persona permanecía incapaz de sufrir; si una persona nació y otra persona descendió sobre el que había nacido y tiempo después lo dejó, se comprueba que no era una sino dos personas... mientras que el apóstol sólo conoció a uno que nació y que sufrió” (“Adv. Haer.”, III, xvi, n.9, en P.G., VII, 928). Tertuliano aporta un firme testimonio: ¿No fue Dios realmente crucificado? ¿No murió realmente como realmente fue crucificado?” (“De Carne Christi”, c.v, en P.L. II, 760).

Fuente: http://www.newadvent.org/cathen/07706b.htm

Día de los inocentes

Alrededor del 28 de diciembre resulta cada vez más frecuente leer o escuchar en los medios de comunicación alguna alusión a la matanza de los inocentes, decretada por el rey Herodes y conmemorada litúrgicamente en dicha fecha, desposeyéndola de carácter histórico y convirtiéndola en un episodio, como mucho, de carácter simbólico. Generalmente, estas afirmaciones se sitúan en el contexto de un cuestionamiento de la historicidad de los evangelios de la infancia en su conjunto (San Mateo y San Lucas) y de la errónea contraposición entre un “Cristo de la historia” y un “Cristo de la fe”.
Podemos recordar algunos casos. Antonio Piñero, Catedrático de Filología del Nuevo Testamento de la Universidad Complutense y colaborador de Religión Digital decía en 2008, que «la matanza de los inocentes no existió, es una pura leyenda». En las navidades del 2011, a uno de los participantes en la tertulia del programa Así son las mañanas de la COPE, las inocentadas le parecían una deriva un tanto macabra tomada por esta celebración a pesar de recordarse «una leyenda» teóricamente referida a la muerte de miles niños «que nunca ocurrió». Para el ABC del 27 de diciembre de 2012 «Ningún documento histórico certifica este luctuoso hecho bíblico»; como si el Evangelio de San Mateo no fuera un “documento histórico” y, finalmente, dos años después el diario monárquico vuelve a la carga al dar cabida a un artículo en el que se desarrolla la tesis de que el monarca idumeo «empleó métodos brutales para mantener el poder en Judea, pero no fue ningún sádico y no autorizó ninguna matanza de recién nacidos. De hecho, Herodes sentó las bases para el esplendor económico de su reino y lo abrió a la romanización».
La cuestión viene de lejos y tiene más importancia de la que a primera instancia pudiera pensarse; en primer lugar porque en el trasfondo laten aspectos como la propia historicidad, no solo de los relatos de la infancia o del episodio de la adoración de los Magos —inseparable éste de la matanza de los inocentes— sino de todos los Evangelios.
Pero sobre todo, porque más que de dificultades de carácter científico que impidan ratificar la veracidad del suceso, nos encontramos, con la radical incomodidad que éste provoca. Y es que no deja de ser acusado el contraste entre la religiosidad moderna —eminentemente antropocéntrica— con el hecho de que el nacimiento del Hijo de Dios encarnado vaya acompañado de un derramamiento de sangre que convierte en testigos de Cristo a unos niños inocentes. El propio dramatismo de la escena ha inspirado innumerables representaciones gráficas de los pequeños arrancados de los brazos de sus madres, cayendo bajo los golpes de espada de los soldados de Herodes.

Objeciones rebatidas

Podemos dividir en dos grandes grupos las objeciones a la historicidad de la matanza: las más clásicas, de carácter “historicista” y las vinculadas a posiciones que niegan la historicidad de los evangelios de la infancia desde perspectivas que pudiéramos denominar “teológicas”.

Argumentos historicistas
Las razones históricas aducidas se apoyan únicamente en el silencio de los historiadores romanos y judíos, particularmente de Flavio Josefo que relata el reinado de Herodes extensamente en sus Antigüedades judaicas.
Quienes dan tanta importancia al silencio de los historiadores antiguos, necesitan al mismo tiempo negar la validez histórica de la noticia transmitida solamente por San Mateo, a quien la tradición cristiana considera autor del primer Evangelio a partir de testimonios como los de Papías y San Jerónimo. Sin olvidar la propia credibilidad histórica común a todos los relatos evangélicos por su condición inspirada, podemos añadir que el Evangelio de San Mateo enlaza con las fuentes de la primera comunidad cristiana en Palestina y su autor fue discípulo desde los comienzos, de ahí su alto valor como testimonio histórico que no cabe menospreciar de entrada.
Por otro lado, la verdadera magnitud del suceso nos ayuda a entender que prescindieran de él autores como Josefo, más atento a las vicisitudes que afectaban a los protagonistas históricos de mayor rango. Precisamente sobre este argumento se sostiene la falacia defendida desde las páginas citadas de ABC en las que se afirma que «aunque hubiera tenido lugar la matanza, no pudo tener las dimensiones descritas en la Biblia», cuando San Mateo relata lacónicamente el suceso sin ninguna especificación en cuanto a sus dimensiones.
Es cierto que algunos comentaristas antiguos proporcionaron cifras simbólicas y carentes de cualquier fundamento histórico pero una atenta consideración de los hechos nos sitúa mucho más cerca de la realidad. Belén en tiempos de Jesucristo era una pequeña aldea que, más allá de su significado religioso como cuna de la estirpe de David, carecía de cualquier importancia económica y política. Si pensamos en unos mil habitantes (como parece deducirse de Miq 5, 2), cabe pensar en unos treinta nacidos por año, de los que habría que descontar las niñas por lo que hoy se coincide en pensar que los inocentes asesinados por orden de Herodes se pudieron situar en torno a catorce. Tal vez algunos más en proporción, si la población de Belén —como piensan otros— se situaba en torno a los dos o tres mil habitantes.
Escasa importancia podía tener la muerte de unos pocos niños para aquéllos que nos transmiten el carácter cruel y sanguinario del reyezuelo idumeo que no dudó en aniquilar a cuantos pretendieron interponerse en su camino o disputarle el trono, fueran éstos enemigos o parientes. Por ejemplo, cuando subió al trono de Jerusalén, hizo matar a cuarenta y cinco partidarios de su rival Antígono, así como a numerosos miembros del Sanedrín. Y al final de su vida, ordenó que fueran ejecutados unos notables del reino para que las gentes de Judea, lo quisieran o no, lloraran su muerte. «Puesto que había oído que entre los niños que con menos de dos años ordenó matar en Siria el rey de los judíos, Herodes, había muerto incluso un hijo suyo, dijo: “Es mejor ser un cerdo de Herodes que un hijo”», frase que Macrobio (fin. s. IV) en sus Saturnales pone en labios de Octavio Augusto, jugando con la similitud de las palabras griegas “hijo” (“hyios”) y “cerdo” (“hys”), puesto que los judíos tenían prohibido el consumo de éste (cfr. Mª Consolación GRANADOS FERNÁNDEZ, “¿Mateo evangelista en Macrobio, Sat.II, 4, 11?”, Emerita 49 (1981) págs. 361-363).

Argumentos teológicos
A pesar del escaso peso de las objeciones historicistas, en realidad éstas han servido de apoyo a un cuestionamiento de mayor calado que viene a atribuir, de manera general los Evangelios y más en particular los relatos de la infancia, al resultado de una intensa y profunda elaboración teológica.
Al margen de cualquier referencia real, nos encontraríamos con proclamaciones de la fe en Jesús propias de comunidades cristianas tardías pues la única manera de justificar este proceso es retrasando arbitrariamente la composición del Evangelio de San Mateo hasta los años 75-80 cuando su redacción, de acuerdo con la sentencia más probable, puede situarse en torno al 50 (Cfr. Ioh. PRADO, Praelectionum biblicarum compendium, III, Madrid: Perpetuo Socorro, 1952, págs. 23-24). Acerca del autor, del tiempo de composición y de la verdad histórica del Evangelio según San Mateo, las Respuestas de la Comisión Bíblica, de 18 de junio de 1911 (Enrique DENZINGER, Magisterio de la Iglesia, Barcelona: Herder, 1963, nº 2149-2151):
«II. Si ha de considerarse como suficientemente apoyada en la tradición la sentencia que sostiene que Mateo precedió a los demás Evangelistas en escribir y que escribió el primer Evangelio en la lengua patria usada entonces por los judíos palestinenses, a quienes fue dirigida la obra.

Resp.: Afirmativamente, en cuanto a las dos partes.

III. Si la redacción de este texto original puede aplazarse más allá de la fecha de la ruina de Jerusalén, de suerte que los vaticinios que en él se leen sobre la misma ruina, hayan sido escritos después del suceso; o si el testimonio que suele alegarse de Ireneo [Adv. haer. 3, 1, 2], de interpretación incierta y controvertida, haya de considerarse de tanto peso que obligue a rechazar la sentencia de aquellos que creen, más conformemente con la tradición, que dicha redacción estaba ya terminada antes de la venida de Pablo a Roma.

Resp.: Negativamente a las dos partes.

Las objeciones pseudo-teológicas han sido propuestas de diversas maneras y con mayor o menor radicalidad, pero todas parten de un argumento común: subrayar la identidad entre el episodio que estamos comentando con un motivo legendario presuntamente común a las infancias de los héroes.
Ahora bien, de acuerdo con los estudios de Salvador Muñoz Iglesias, de los paralelismos propuestos el único atendible es el que relaciona el relato de Mateo con el del Éxodo:

«El relato canónico del Éxodo refiere que Moisés, el futuro Libertador, fue librado del exterminio decretado por el Faraón, gracias a la estratagema de la exposición en un cestillo de mimbres sobre las aguas del Nilo. Posteriormente, siendo ya mayor, escapó por segunda vez de la muerte, huyendo a Madian. Las tradiciones recogidas en el Targúm de Jerusalén, en la Crónica de Moisés, en el Midras Rabbah y en las Antigüedades judaicas de Josefo relacionan el decreto del Faraón con un sueño o con la predicción de un escriba que anuncian el nacimiento de un Caudillo Libertador del pueblo hebreo» (cfr. Salvador MUÑOZ IGLESIAS, “Los Evangelios de la Infancia y las infancias de los héroes”, Estudios Bíblicos 16 (1957) 5-36; “El género literario del Evangelio de la Infancia en San Mateo”, ib. 17 (1958) 243-273).

El primer Evangelio fue compuesto para una comunidad cristiana de origen judío y por ello se subraya el cumplimiento de las profecías así como la reprobación del viejo Israel. A largo de todo el Evangelio de la infancia, San Mateo demuestra que Cristo cumple las profecías mesiánicas: es el hijo de David, nacido de una Virgen en Belén, luz de las gentes y objeto de una gran hostilidad de la cual saldrá finalmente vencedor. A la hora de transmitir el episodio que estamos comentando, utiliza paralelismos que tienden a demostrar que Jesús es el auténtico y definitivo salvador mesiánico, cuyo tipo y figura fue el protagonista del Éxodo sin que los paralelismos obsten para la fundamento histórico de fondo al tiempo que las diferencias con el modelo avalan dicha credibilidad.
En cuanto a la historicidad del Evangelio de San Mateo, responde la citada Comisión Bíblica (Enrique DENZINGER, ob.cit., nº 2153-2154):

«VI. Si por el hecho de que el autor del primer Evangelio persigue principalmente un fin apologético y dogmático, es decir, demostrar a los judíos que Jesús es el Mesías anunciado de antemano por los profetas y nacido de la estirpe de David, y que además no siempre guarda el orden cronológico en la disposición de los hechos y dichos que narra y refiere, puede de ahí deducirse que no han de tomarse como verdaderos tales dichos y hechos; o si puede también afirmarse que los relatos de los hechos y discursos de Cristo que se leen en el mismo Evangelio, han sufrido alguna alteración y adaptación bajo el influjo de las profecías del Antiguo Testamento y del más adelantado estado de la Iglesia, y que, por ende, no están conformes con la verdad histórica.

Resp.: Negativamente a las dos partes.

VII. Si deben especialmente considerarse con razón destituidas de sólido fundamento las opiniones de aquellos que ponen en duda la autenticidad histórica de los dos primeros capítulos en que se narran la genealogía e infancia de Cristo, así como la de algunas sentencias de grande importancia en materia dogmática, como son las que se refieren al primado de Pedro [Mt. 16, 17-19], a la forma del bautismo con la universal misión de predicar confiada a los Apóstoles [Mt. 28, 19-20], a la profesión de fe de los Apóstoles en la divinidad de Jesucristo [Mt. 14, 33] y a otros puntos por el estilo que aparecen en Mateo enunciados de modo peculiar.

Resp.: Afirmativamente».

De la historia a la Liturgia

Podemos concluir recordando cómo los relatos evangélicos de la infancia de Jesucristo contienen una narración de verdades fundamentales: su ascendencia davídica, su concepción virginal, el nacimiento en Belén…, y, en última instancia, su misma divinidad. Por tanto, la historicidad del conjunto, y la de cada uno de los episodios de que constan, es algo que afecta al núcleo de la fe misma; y ha sido constantemente afirmada por la Iglesia.
Por otra parte, esos relatos forman una unidad con los Evangelios respectivos, y su historicidad está apoyada, en el terreno de la crítica, por las mismas razones que la de dichos libros en su conjunto, lo que no impide precisar el género literario de esos capítulos, para obtener así una mayor comprensión de los mismos. Poco, sin embargo se puede avanzar por este camino más allá de recalcar determinadas dependencias literarias sin que ello vaya en detrimento de su carácter histórico.
Otra prueba de que la Iglesia lo ha considerado así, es la celebración de una fiesta dedicada a estas primicias de los mártires de Cristo. Su origen está en el norte de África, en el siglo V pasó a Roma, y desde allí se extendió al resto de la Cristiandad quedando fijada durante la Edad Media en el 28 de diciembre.
Y con los versos inspiradísimos del Himno “Salvéte flores Mártyrum”, canta la liturgia a estos niños, sin nombre ni rostro, que parecen alegrar el Cielo con la eterna alegría de haberse acercado “ad Deum qui laetificat iuventutem meam” — “al Dios que es la alegría de mi juventud” (Sal 42).

Salve, flores de los Mártires,
que en el mismo umbral de la vida
fuisteis arrebatados por el perseguidor de Cristo, 
cual rosas nacientes por el huracán.
Vosotros sois las primeras víctimas de Cristo,
los tiernos corderos inmolados
por Él, y jugáis, inocentes,
ante su altar con la palma y la corona.


Padre Ángel David Martín Rubio

Los milagros

El milagro es un hecho extraordinario no explicable por las leyes de la Naturaleza que manifiesta la intervención, la huella, de Dios, confirmando una actuación santa, mostrando la misericordia, la providencia o la justicia de Dios, confirmando como venidos de Dios unos hechos o unas palabras, o para cualquier otro fin bueno, ya que todo lo que viene de Dios es bueno. El milagro mayor no es el físico sino el interior, el del corazón, el de las conversiones y las gracias espirituales. Hay santos que nunca hicieron ningún milagro, como por ejemplo Santa Teresita del Niño Jesús, que sin embargo fue una gran santa en su sencillez.

Y pueden ocurrir hechos extraordinarios que superen las leyes de la Naturaleza que no procedan de Dios, sino de intervenciones diabólicas, pero entonces nunca vendrán acompañadas de santidad, ni de misericordia, ni de justicia. La posibilidad de que las fuerzas del mal hagan "señales y prodigios" viene confirmada por la Biblia (San Marcos 13, 22) que hablando de los días en que habrá una tribulación tal como no la hubo desde el principio de la Creación, nos dice "Porque se levantarán falsos mesías y falsos profetas y harán falsas señales y prodigios para inducir a error, si fuera posible, aun a los elegidos".

Pongamos un ejemplo de milagro auténtico: Una mujer, Teresa Munné, de un pueblo de Tarragona, sufría mucho por una enfermedad mortal que le produjo un gran agujero en la espalda y que los médicos diagnosticaron como un tipo de cáncer de huesos incurable. Esta mujer aceptaba el sufrimiento y lo ofrecía por la conversión de sus hijos y de su marido que no creían. Dice ella que no pedía su curación, sino la fe para sus familiares. Y fue a Lourdes y se curó completamente, después de sumergirse en la piscina de agua: el agujero de la espalda se le llenó de carne nueva, y a raíz de ello sus hijos creyeron (su marido ya había vuelto a la fe debido a un hecho también prodigioso). En este caso hay una actuación santa, la de esta mujer que acepta el sufrimiento y lo ofrece para que sus familiares crean, no pidiendo ni siquiera su curación y un hecho extraordinario - su curación - que rebasa las leyes de la Naturaleza (ningún médico valorará como normal que en un abrir y cerrar de ojos un agujero del cuerpo se llene de carne nueva) y que sirve a la vez para lograr lo que ella pedía al Señor a través de la Virgen María: sus hijos al ver el milagro creen:

Este es un auténtico milagro porque confirma una actuación santa y es una muestra de la misericordia de Dios tanto para el cuerpo de Teresa como para las almas de sus hijos. (En cambio, si un hecho extraordinario sirve para respaldar una actuación o una doctrina malvadas podemos estar seguros de que no es tal milagro, de que no viene de Dios, sino del demonio, caso de ser verdaderamente un hecho extraordinario).

El significado de los números en la biblia.

Para nosotros los números tienen un significado muy distinto a los números que leemos en la Biblia.

En la Biblia los números tienen tres significados distintos: cantidad, simbolismo y mensaje.











Primer sentido:
LA CANTIDAD

Es un significado parecido al nuestro. Por ejemplo veamos:
1Rey 18, 1 2 Rey 22,1
1 Rey 4, 7 Jn 11,18 .Estos números no son simbólicos ni encierran ningún mensaje oculto. Simple y llanamente se refieren a la cantidad de años, personas o distancia mencionadas en el texto.

En este significado no hay lugar para la confusión: lo que el número dice es lo que quería decir el autor.


Segundo sentido:
EL SIMBOLISMO

Un número simbólico es aquel que no indica una cantidad, sino que expresa una idea, un mensaje distinto de él, que lo supera y lo desborda.

No siempre es posible saber por qué tal número significa "tal" cosa. La asociación entre ambas realidades a veces es desconocida. Para nosotros los occidentales esto es difícil de entender, pero los semitas los usaban con toda naturalidad para transmitir ideas, mensajes o claves.

La Biblia no explica nunca qué simboliza cada número, pero los estudiosos han llegado a averiguar algunos de sus simbolismos y han podido aclarar muchos episodios bíblicos.

  • El número 1 simboliza a Dios, que es único. Por ello indica exclusividad, primado, excelencia: Mt 19,17 Mt 19,17 Mt 19,6
    En 10,30 Gál 3,28 Ef 4,5 En todos estos casos, el uno simboliza el ámbito divino.
  • El número 2 representa al hombre, pues en él hay siempre dualidad, división interior por culpa del pecado. Mt 20,30 Mt 26,60
  • El número 3 representa "totalidad", quizá porque 3 son las dimensiones del tiempo: pasado, presente y futuro. Decir 3 equivale a decir "la totalidad" o "siempre". Gn 6,10 Mt 26,34 Is 6,3
  • El número 4 en la Biblia simboliza el cosmos, el mundo, ya que son 4 los puntos cardinales. Cuando se dice que en el Paraíso había 4 ríos (Gn 4,10) significa que todo el cosmos era un Paraíso antes del pecado de Adán y Eva. O sea, no se trata de un sitio determinado, aunque algunos continúen buscando dónde estaba. Ez 37,9 Apoc 4,6
  • El número 5 significa "algunos", "unos cuantos", una cantidad indefinida. Así, se dice que en la multiplicación de los panes Jesús tomó 5 panes (=algunos panes). Que en el mercado se venden 5 pajarillos por dos monedas (=algunos pajaritos)... 1 Cor 14,19
  • El número 7 tiene el simbolismo más conocido de todos. Representa la perfección. Por eso Jesús dirá a Pedro que debe perdonar a su hermano hasta 70 veces 7. También puede expresar la perfección del mal, o el sumo mal, como cuando Jesús enseña que si un espíritu inmundo sale de un hombre puede regresar con otros 7 espíritus peores, o cuando el evangelio cuenta que el Señor expulsó 7 demonios de la Magdalena.
    El Apocalipsis es el que más lo emplea: 54 veces para describir simbólicamente las realidades divinas: las 7 Iglesia del Asia, los 7 espíritus del trono de Dios, las 7 trompetas, los 7 candeleros, los 7 cuernos, etc.
    La tradición cristiana continuó este simbolismo del 7, y por eso fijó en 7 los sacramentos, los dones del Espíritu Santo, las virtudes.
  • El número 10 tiene un valor que sirve para recordar. Al ser 10 los dedos de las manos, resulta fácil recordar esta cifra. Por eso figuran como 10 los mandamientos que Yahvé dio a Moisés (podrían haber sido más), y 10 las plagas que azotaron a Egipto. También por esta razón se ponen sólo 10 antepasados entre Adán y Noé, y 10 entre Noé y Abraham, aun cuando sabemos que existieron muchos más.
  • El número 12 es también simbólico. Significa "elección". Por eso se hablará de las 12 tribus de Israel, cuando en realidad el Antiguo Testamento menciona más de 12; pero con esto se quiere decir que eran tribus "elegidas". Igualmente se agruparán en 12 a los profetas menores del Antiguo Testamento. También el Evangelio mencionará 12 apóstoles de Jesús, que resultan ser más de 12. Si comparamos sus nombres; pero se los llama "Los Doce" porque son los elegidos del Señor. Asimismo Jesús asegura tener 12 legiones de ángeles a su disposición (Mt 26,53).
    El Apocalipsis hablará de 12 estrellas que coronan a la Mujer, 12 puertas de Jerusalén, 12 ángeles, 12 frutos del árbol de la vida.
  • El número 40 tiene también valor simbólico. Representa el "cambio", de un período a otro, los años de una generación. Por eso el diluvio dura 40 días y 40 noches (pues es el cambio hacia una nueva humanidad). Los israelitas están 40 años en el desierto (hasta que cambia la generación infiel por otra nueva). Moisés permanece 40 días en el monte Sinaí, y Elías peregrina otros 40 días hasta allí (a partir de lo cual sus vidas cambiarán). Jesús ayunará 40 días (porque es el cambio de su vida privada a su vida pública).
  • El número 1.000 significa multitud, gran cantidad: Dan 5,1 Salm 90, 1 Rey 3,4 1 Rey 11,3.
  • A veces este número puede entrar en combinación con otros. Así, en el Apocalipsis dice simbólicamente que al final del mundo se salvarán 144.000 elegidos, porque es la combinación de 12 x12 x1.000, y significan los elegidos del Antiguo Testamento (12), y los elegidos del Nuevo Testamento (12), en una gran cantidad (x1.000).
  • Quedan otros números simbólicos como el 70. San Lucas dice que Jesús eligió a 70 discípulos para enviarlos a todos los lugares y sitios por donde él tenía que pasar (Lc 10,1). No está dando una cifra real, sino simbólica, ya que según Gén 10, el total de los pueblos y naciones que existían en el mundo era 70. Cuando Lucas dice esto, lo que quiso decir es que los mandó para que el evangelio llegara a todas las naciones del mundo.
  • También vemos otra cifra en Jn 21,11 ¿Por qué tanto interés en dejar registrado el número de 153 peces? Es que en la antigüedad se creía, entre los pescadores, que 153 era el número de peces que existía en los mares. El mensaje es claro: Jesús vino a salvar a gente de todas las naciones, razas y pueblos del mundo.

No todos los números en la Biblia son simbólicos, ante cada cifra tenemos que preguntarnos ¿esta cifra indica cantidad o encierra un mensaje?


Tercer sentido:
EL MENSAJE (sentido gemátrico).

En las lenguas hebrea y griega las letras tienen un valor numérico. Así el 1 sería la A, el 2 la B, etc.
El número obtenido con la combinación de letras se llama gemátrico. En cada cifra podía haber escondida una palabra. La Biblia trae varios ejemplos de estos números gemátricos.

Por ejemplo: Cuando salieron los israelitas de Egipto dicen que salieron 603.550 hombres, sin contar mujeres y niños, pero si sustituimos las letras de la frase "todos los hijos de Israel" (en hebreo: rs kl bny ysr´l) por sus correspondientes valores numéricos da precisamente 603.550, con lo cual lo que están diciendo es que salieron "todos los hijos de Israel".

Mt 1,17 divide a los antepasados de Jesús en tres series de 14 generaciones cada una. Pero esto es imposible. Mateo sólo pone tres nombres para cubrir los 430 años de esclavitud en Egipto. Lo que ocurrió fue que cogieron el nombre de David (D=4+V=6+D=4=14) Y como se esperaba que el Mesías fuera descendiente de David, el evangelista quiso decir que Jesús es el "triple David", el Mesías total, verdadero descendiente de David.

El más conocido de estos números gemátricos es el famoso 666 en Apocalipsis 13,18. El mismo libro aclara que se trata de la cifra de un hombre. Ese hombre es el emperador Nerón. Si transcribimos "Nerón César" en hebreo obtenemos: N=50+R=200+W=6+N=50+Q=100+S=60+R=200= 666.


ARIEL ÁLVAREZ VALDÉS

Fuente: AQUÍ

Los Sacramentos

He aquí, los fundamentos acerca de los Sacramentos

1-Bautismo:
“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id pues, enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. (Mt. 28, 18-19).

2-Confirmación:
“Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran al Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían al Espíritu Santo”. (Hech. 8, 15-17; 19, 5-6)..

3-Reconciliación:
Después de la Resurrección estaban reunidos los apóstoles – con las puertas cerradas por miedo a los judíos – se les aparece Jesús y les dice: “La paz con vosotros. Como el Padre me envío, también yo los envío. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid al Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedaran perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. (Jn. 20, 21-23).

4-Eucaristía:
Después, tomo el pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:”Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Después de la Cena, hizo lo mismo con la copa. Dijo:”Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes”. (Lc. 22, 19-20).

5-Orden sacerdotal:
“La paz con vosotros. Como el Padre me envío, también yo los envío. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid al Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedaran perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. (Jn. 20, 21-23)

“Hagan esto en memoria mía”. (Lc 22, 19)

6-Matrimonio:
“No habéis leído, como Él que creó al hombre al principio, lo hizo varón y mujer? Y dijo: por ello dejará a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne”. (Mt. 19, 4-5).
“Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”. (Mt. 19, 6)..

7-Unción de los enfermos:
“que en Su nombre……. impondrán las manos sobre los enfermos….” (Mc. 16, 17-18).
“¡Sanad a los enfermos!” (Mt. 10, 8).


Los Siete Sacramentos en la Biblia:


Una lectora amablemente ha enviado un conjunto de de textos bíblicos relacionados con los Siete Sacramentos, que ha anotado luego de una charla del Doctor Fernando Casanova. Sin duda una completa referencia a tener en cuenta a la hora de explicarlos.

BAUTISMO

Mt. 28, 19
“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,”

Mc. 16, 16
“El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.”

Jn. 3, 5
“Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.»”

Hch. 2, 38
“Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo;»”

Hch. 16, 15
“Cuando ella y los de su casa recibieron el bautismo, suplicó: «Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa.» Y nos obligó a ir.”

Hch. 16, 33
“En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas; inmediatamente recibió el bautismo él y todos los suyos.”

Hch. 22, 16
“Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre.”

Rom. 5, 3-4
“¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?”

1 Cor. 1, 13-16
“¿Esta dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo? ¡Doy gracias a Dios por no haber bautizado a ninguno de vosotros fuera de Crispo y Gayo! Así, nadie puede decir que habéis sido bautizados en mi nombre. ¡Ah, sí!, también bauticé a la familia de Estéfanas. Por lo demás, no creo haber bautizado a ningún otro.”

1 Cor. 6, 11
“Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.”

Col. 2, 12
“Sepultados con Él en el bautismo, con Él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos.”

Tit. 3, 5
“Él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo,”

1 Pe 3, 21
“a ésta corresponde ahora el bautismo que os salva y que no consiste en quitar la suciedad del cuerpo, sino en pedir a Dios una buena conciencia por medio de la Resurrección de Jesucristo,”

CONFIRMACIÓN

Sab. 9, 17
“Y ¿quién habría conocido tu voluntad, si tú no le hubieses dado la Sabiduría y no le hubieses enviado de lo alto tu espíritu santo?”

Hch. 8, 14-17
“Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.”

Hch. 13, 2-3
“Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.» Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron.”

Hch. 19, 1-6
“Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas y llegó a Éfeso donde encontró algunos discípulos; les preguntó: «¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando abrazasteis la fe?» Ellos contestaron: «Pero si nosotros no hemos oído decir siquiera que exista el Espíritu Santo.» Él replicó: «¿Pues qué bautismo habéis recibido?». «El bautismo de Juan», respondieron. Pablo añadió: «Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, o sea en Jesús.» Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y, habiéndoles Pablo impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar.”

2 Cor. 1, 21-22
“Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones.”

Ef. 1, 13
“En Él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa,”

Heb. 6, 1-2
“Por eso, dejando aparte la enseñanza elemental acerca de Cristo, elevémosnos a lo perfecto, sin reiterar los temas fundamentales del arrepentimiento de las obras muertas y de la fe en Dios; de la instrucción sobre los bautismos y de la imposición de las manos; de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.”

EUCARISTÍA

Mt. 26, 26-28
“Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados.»”

Mc. 14, 22-24
“Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio, y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos.»”

Lc. 22, 19-20
“Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» De igual modo, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.»”

Jn. 6, 30-35
“Ellos entonces le dijeron: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: «Pan del cielo les dio a comer.» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.» Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.»”

Jn. 6, 48-58
“«Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.» Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»”

1 Cor. 10, 16
“La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan.”

1 Cor. 11, 23-29
“Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»
Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío.» Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga. Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo.”

RECONCILIACIÓN

Mt. 16, 19
“A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la Tierra quedará atado en los Cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los Cielos.”

Mt. 18, 18
“Yo os aseguro: todo lo que atéis en la Tierra quedará atado en el Cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el Cielo.”

Lc. 15, 18-19
“Me levantaré, iré a mi padre y le diré: «Padre, pequé contra el Cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.»”

Jn. 20, 21-23
“Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»”

Hch. 19, 18
“Muchos de los que habían creído venían a confesar y declarar sus prácticas.”

1 Cor. 5, 3-5
“Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente, pero presente en espíritu, he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obró: que en nombre del Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro, sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el Día del Señor.”

2 Cor. 2, 6-11
“Bastante es para ese tal el castigo infligido por la comunidad, por lo que es mejor, por el contrario, que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza. Os suplico, pues, que reavivéis la caridad para con él. Pues también os escribí con la intención de probaros y ver si vuestra obediencia era perfecta.
Y a quien vosotros perdonéis, también yo le perdono. Pues lo que yo perdoné -si algo he perdonado- fue por vosotros en presencia de Cristo, para que no seamos engañados por Satanás, pues no ignoramos sus propósitos.”

2 Cor. 5, 18-20
“Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación.
Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!”

Sgo. 5, 16
“Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder.”

1 Jn. 1, 8-9
“Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia.”

UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

Mc. 6, 5
“Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos.”

Mc. 6, 12-13
“Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.”

Lc. 13, 12-13
“Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.”

Hch. 9, 17-18
“Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.» Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado.”

1 Cor. 12, 9
“a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu;”

1 Cor. 12, 30
“¿Todos con carisma de curaciones? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?”

Sgo. 5, 14-15
“¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.”

ORDEN SACERDOTAL

Mt. 18, 18
“Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.”

Lc. 10, 16
“Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.”

Lc. 22, 19
“Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»”

Lc. 24, 47
“y se predicará en Su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.”

Jn. 12, 20-22
“Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús.» Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.”

Jn. 15, 5
“Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.”

Hch. 6, 6
“los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos.”

Hch. 15, 2-6
“Se produjo con esto una agitación y una discusión no pequeña de Pablo y Bernabé contra ellos; y decidieron que Pablo y Bernabé y algunos de ellos subieran a Jerusalén, donde los apóstoles y presbíteros, para tratar esta cuestión. Ellos, pues, enviados por la Iglesia, atravesaron Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles y produciendo gran alegría en todos los hermanos. Llegados a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia y por los apóstoles y presbíteros, y contaron cuanto Dios había hecho juntamente con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron para decir que era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la Ley de Moisés. Se reunieron entonces los apóstoles y presbíteros para tratar este asunto.”

Hch. 20, 17
“Desde Mileto envió a llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso.”

Hch. 20, 28
“Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que Él se adquirió con la sangre de su propio Hijo.”

Hch. 21, 18
“Al día siguiente Pablo, con todos nosotros, fue a casa de Santiago; se reunieron también todos los presbíteros.”

1 Tim. 3, 1
“Es cierta esta afirmación: Si alguno aspira al cargo de epíscopo, desea una noble función.”

1 Tim. 4, 14
“No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros.”

1 Tim. 5, 17
“Los presbíteros que ejercen bien su cargo merecen doble remuneración, principalmente los que se afanan en la predicación y en la enseñanza.”

2 Tim. 1, 6
“Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.”

Tit. 1, 5
“El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené.”

1 Pe. 5, 1
“A los ancianos que están entre vosotros les exhorto yo, anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse.”

MATRIMONIO

Gén. 1, 26-28
“Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.»”

Gén. 2, 18-25
“Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.» Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada. Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.» Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.”

Mt. 5, 31-32
“También se dijo: ‘El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio.’ Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto en caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.”

Mt. 19, 3-9
“Y se le acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: «¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?» Él respondió: «¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, ‘los hizo varón y hembra’, y que dijo: ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne?’ De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.» Dícenle: «Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?» Díceles: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio.»”

Mc. 10, 2-12
“Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?»
Él les respondió: «¿Qué os prescribió Moisés?» Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.» Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto.
Pero desde el comienzo de la creación, ‘Él los hizo varón y hembra.’ ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.’ Pues bién, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.» Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.»”

Lc. 16, 18
“Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con una repudiada por su marido, comete adulterio.”

Rom. 7, 2-3
“Así, la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras éste vive; mas, una vez muerto el marido, se ve libre de la ley del marido. Por eso, mientras vive el marido, será llamada adultera si se une a otro hombre; pero si muere el marido, queda libre de la ley, de forma que no es adultera si se casa con otro.”

1 Cor. 7, 1-15
“En cuanto a lo que me habéis escrito, bien le está al hombre abstenerse de mujer. No obstante, por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido. Que el marido dé a su mujer lo que debe y la mujer de igual modo a su marido. No dispone la mujer de su cuerpo, sino el marido. Igualmente, el marido no dispone de su cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia. Lo que os digo es una concesión, no un mandato. Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse. En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, mas en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer. En cuanto a los demás, digo yo, no el Señor: Si un hermano tiene una mujer no creyente y ella consiente en vivir con él, no la despida. Y si una mujer tiene un marido no creyente y él consiente en vivir con ella, no le despida. Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente. De otro modo, vuestros hijos serían impuros, mas ahora son santos. Pero si la parte no creyente quiere separarse, que se separe, en ese caso el hermano o la hermana no están ligados: para vivir en paz os llamó el Señor.”

1 Cor. 7, 39
“La mujer está ligada a su marido mientras él viva; mas una vez muerto el marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero sólo en el Señor.”

Ef. 5, 3
“La fornicación, y toda impureza o codicia, ni siquiera se mencione entre vosotros, como conviene a los santos.”

Ef. 5, 5
“Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso -que es ser idólatra- participará en la herencia del Reino de Cristo y de Dios.”

Ef. 5, 21-33
“Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo. ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne.’ Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia. En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido.”

Heb. 13, 4
“Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios.”

1 Pe. 3, 1-7
“Igualmente, vosotras, mujeres, sed sumisas a vuestros maridos para que, si incluso algunos no creen en la Palabra, sean ganados no por las palabras sino por la conducta de sus mujeres, al considerar vuestra conducta casta y respetuosa. Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios. Así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, siendo sumisas a sus maridos; así obedeció Sara a Abraham, llamándole ‘Señor’. De ella os hacéis hijas cuando obráis bien, sin tener ningún temor. De igual manera vosotros, maridos, en la vida común sed comprensivos con la mujer que es un ser más frágil, tributándoles honor como coherederas que son también de la gracia de Vida, para que vuestras oraciones no encuentren obstáculo.”